Un nuevo elemento intenta sumarse al panorama político del país: el vandalismo. El indignante modus operandi de este nuevo actor es azuzar desde las sombras, generar violencia, causar destrucción de bienes públicos, provocar a la Policía hasta ver muertos, para luego ocultarse en el anonimato.
A diferencia de las movilizaciones habituales a las que estamos acostumbrados los peruanos, en las que los dirigentes o líderes de la protesta son fácimente identificables porque van siempre adelante alzando una pancarta gigante y hacia quienes se dirige la Policía para tomar acuerdos o detenerlos, en caso incumplan y generen hechos violentos; lo que vemos en los últimos meses, especialmente desde la caída de Pedro Castillo, son acciones abiertamente delictivas protagonizadas por “fuerzas oscuras” que buscan generar caos, pero sin un propósito claro.
Si se trata de una especie de venganza por parte del ala radical de la izquierda peruana, no se entienden por qué entonces -como dice uno de sus pedidos- buscan un imposible jurídico como la salida inmediata de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso y Elecciones este año. ¿Quién gobierna mientras tanto? ¿Buscan elecciones sin reformas electorales para poner al país en manos de peores gobiernos de los que ya hemos tenidos en los últimos años?
¿O será que -aunque no lo digan- su verdadero propósito es lograr la liberación de Castillo para continuar con el golpe anunciado por este el pasado 7 de diciembre, instaurar su “gobierno de excepción” y recuperar los beneficios que este les venía procurando?
De otro modo no se entiende la obstinación con que buscan cerrar un poder del Estado donde la izquierda tiene presencia importante de entre 30 y 40%. Esta prisa con la que -bajo el ropaje de legítima protesta social- buscan impedir que el país funcione, solo demuestra que no les interesa que el Perú retome la senda democrática y la reactivación económica.
Por el contrario, el que se reanude la confianza en el país por parte de los mercados internacionales y de los inversionistas privados, les genera alergía y resentimiento, no les conviene. Entonces su objetivo -queda cada vez más claro- es generar todo el caos posible para retomar la cantaleta de que la solución es la Asamblea Constituyente. No les interesa el país, sino recuperar el poder.
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