El asunto con el Gobierno es que deja mal parada la institucionalidad de las decisiones estatales. Ejemplo de esto último es el concerniente al feriado por el combate de Angamos.
Sin quererlo -y no sabemos si esperándolo-, la administración de Vizcarra se abre un nuevo frente con los trabajadores. No se trata únicamente de un descanso, sino de la posibilidad de un día adicional de paga para los que laboren en él sin más remedio.
Tiene razón el Gobierno cuando afirma que nuestro país ha estado demasiado tiempo paralizado y que todas las oportunidades -y días- que tengamos para reavivarlo deben ser aprovechadas. Pero nuevamente se pretende que los platos rotos sean pagados por el trabajador, sin cuidarse de que las cifras de desempleo y precariedad laboral, así como de informalidad (que se prevé superará el 70% previo a la pandemia), van haciendo una suma cuantiosa en el curso de esta crisis.
¿Se pudo llegar a una solución consensual? Seguramente, y el Gobierno -creemos- debe hallar una salida que no apague la confianza que queda sobre las acciones de Ejecutivo.
Estas circunstancias no son habituales, sino excepcionales. Tenemos una crisis política grave en la que aparecen personajes y personajillos involucrados en una trama que ha mancillado la imagen del presidente Vizcarra. También es un clima de incertidumbre respecto de un rebrote de la cuarentena cuando recién parecemos salir de la primera etapa.
Por si fuera poco, otra coyuntura importante es la electoral. Con esta torcida de brazo a los derechos laborales sin haber convocado a la empresa y a los gremios formales para arribar a una solución sabia, se le da tribuna a los discursos más demagogos, infantiles y peligrosos que puedan surgir en el camino o que ya existen en algunos sectores del parlamento nacional.
Necesitamos trabajar y mucho para evitar que este país caiga en la bancarrota. Necesitamos también que el Gobierno asegure a los trabajadores estudiando las posibilidades del sector empresarial. El Gobierno no puede ejercer sus funciones de espaldas a las distintas realidades sociales y los daños que la pandemia está dejando en las economías familiares.
Si no se presta oídos a todas las voces, el radicalismo que se gesta en ciertas tiendas podría tomar una peligrosa e indeseada iniciativa.