Veintitrés días de cuarentena nos están mostrando nuestras más grandes debilidades como sociedad, ha empezado a morir gente y crecer la curva de contagios para que recién entendamos lo mucho que nos cuesta tomarnos las cosas en serio.
Solo cuando la cifra nacional de fallecidos se acerca a cien (tres en Piura) y la de infectados supera los 2 mil 500, entendemos que pudimos evitar mucho de este dolor, con un simple acto sentido común y responsabilidad.
Los tiempos difíciles que vivimos nos enrostran que siempre fue falsa esa idea de que, aún en momentos críticos, nos salva la viveza criolla. Si hay algo a lo que estos días de temor e incertidumbre nos obligan es a aprender y actuar.
A hacernos a la idea de que nuestra actitud egoísta e indiferente ante los problemas de los demás tiene consecuencias; y que el ayudarnos unos a otros no es un refrán desgastado, sino la única manera de salvarnos y proteger a los demás.
En suma, la crisis sanitaria desnuda nuestras debilidades, pero también nos obliga a echar mano de nuestras fortalezas, como la solidaridad ya puesta de manifiesto en el reciente Niño del 2017 y que ahora nuevamente salió a flote con médicos, enfermeras y personal técnico que, venciendo el temor ante el riesgo de contagio y a pesar de muchas carencias, enfrentan en primera línea de combate a un enemigo invisible y desconocido.
Por eso, la mejor manera de de vivir este jueves y viernes santos, es quedarnos en casa para bajar el contagio y así ayudar al Salvador de vidas representado por nuestros héroes de blanco, médicos, enfermeras y técnicos, no saturando los centros de salud, hospitales y el sistema de salud en general, para que no colapsen.
Más allá de las desavenencias políticas que se pueda tener con el Gobierno, lo cierto es que hasta ahora, con su liderazgo y decisiones audaces, drásticas y necesarias, el presidente Vizcarra ha logrado transmitir confianza y esperanza a los peruanos.
Pero urge echar mano de nuestra creatividad e iniciativa para sumar y no solo criticar por la falta de mascarillas y equipos de protección. Gestos como el de la Universidad de Piura al reparar equipos de ventilación mecánica dañados o la instalación de un centro de donación de sangre en un centro comercial, deben empezar a multiplicarse.











