Los analistas entrevistados por El Tiempo opinan que el electorado debe desconfiar de las encuestas, que estas no reflejan el resultado final, sino una tendencia.
Nos preguntamos si es cierto que las encuestas guían (en el mejor y en el peor sentido de la palabra) a la opinión pública o, por el contrario, si es verdad que las decisiones de la ciudadanía se toman aún en contra del mensaje que intentan instalar los grandes medios, la gran prensa.
Creemos que, tiempo atrás, las empresas de comunicaciones -incluidas las encuestadoras-, tenían el monopolio de la verdad y su presencia en la sociedad, así como sus afirmaciones, eran incuestionables; pero esta realidad ha cambiado y hoy cualquier persona con un teléfono móvil es capaz de convertirse en un informante en vivo y en directo.
Cero ética. Solo grabar y mostrar. Acabado el antiguo régimen de la vieja prensa, esta ha tenido que refugiarse en la interpretación de los hechos, en el análisis de situaciones y contextos, terreno en el que su labor ha sido propicia también para la propuesta de soluciones ciudadanas, de Gobierno, o para contribuir a la moralización de las instituciones y la sociedad.
El nuevo público, que es capaz de informarse directa y globalmente de todo cuanto ocurre, no necesita a los medios para que le narren “hechos” -que ya conoce-, sino para escuchar “interpretaciones”.
Las encuestadoras hoy también nos muestran interpretaciones condensadas en cifras, una porción de la realidad, y se sirven de los medios para intentar establecer sus datos, sus cifras y sus diagramas. De la lógica de la estadística es posible deducir un discurso político que a veces logra cambiar el panorama electoral. Pero, ¿esto es lo deseable?
Opinamos que es necesario que los ciudadanos aprendan a votar pensando únicamente en el significado y el realismo de las propuestas de su candidato o partido, al margen de lo que las cifras dan a entender, al margen de la estridencia de los dos dígitos, lejos de toda consideración que no siempre refleja la mejor decisión ni la mejor propuesta, o que simplemente son construcciones convenientes o funcionales a determinados intereses políticos (en el supuesto de alguien en el país proceda de ese modo). Se debe votar sin ver las cifras, votar porque se cree o confía.