Lamentablemente, el nivel de nuestra política apenas se despega del suelo y esa realidad no es desconocida para nadie.
En menos de 24 horas, hemos pasado de tener un país al borde de la quiebra a tener un expresidente pillado por la justicia y el periodismo de chismes y un mandatario que, al parecer, desconoce la verdadera edad de su hija. En este escenario de bordes surrealistas intentamos construir una república que una vez nos rehúye y se resiste a ser nuestro mejor destino colectivo.
¿Por qué hemos caído en la farandulización de la política, en la tomadura de pelo como proyecto quinquenal? Hacemos política a la altura de nuestras ideas, y ciertamente no podemos decir que un país que encumbra en elecciones irracionales a la mediocridad -asumiendo que la mediocridad refleja “el alma del pueblo”- tenga las más altas expectativas de desarrollo.
Sí, Castillo, el Congreso, Vizcarra, los corruptos de saco y corbata, los negociantes de la educación, los ladrones que se disfrazan de policías y roban dos veces a la misma persona, todos estos personajes son reflejos de lo que nos hemos permitido ser, de lo que hemos permitido que hagan de nosotros en doscientos años de mal llamada vida republicana. ¿Cuál ha sido nuestra reacción ante semejante acto de violencia que desfigura y denigra nuestra identidad? Ninguna.
A lo mucho aplaudimos y solo nos quejamos cuando nos convierten en los cachacos de guerras que no son las nuestras, en los que reclaman por intereses que no son los nuestros y en actores de reparto de una trama que se repite cada vez que se requiere legitimar el asalto a la conciencia y el bolsillo de la patria. Mientras esto ocurre, Martín Vizcarra se aloja y peca en el hotel de un candidato santurrón, y al presidente Castillo le queda menos tela con que cubrir sus contradicciones.
Mientras esto ocurre, la educación cae en picada y la economía es como una túnica jugada a los dados. ¿Qué hemos hecho para merecernos esta clase de política? Nada, no haber hecho nada es precisamente la causa de nuestro problema nacional.
Estamos a punto de cumplir el primer año rumbo al segundo bicentenario patrio. Aún podemos cambiar y construirnos una dignidad que impida que la conducta de los expresidentes sea motivo de debate en MagalyTV o que el Twitter haga la labor que la justicia no hace.
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