Las dos semanas que vienen son las más oscuras, dicen los entendidos, los médicos, los epidemiólogos, etc. Buscar culpables, decir que la estrategia del Gobierno fue mala, que debió hacerse como en Japón o Surcorea, que la gente es irresponsable y que los sedientos de la Av. Grau son un ejemplo suicida, está de más. ¿Qué podemos hacer para afrontar el oscuro escenario que se avecina?

Las propuestas son muchas. Tomemos en cuenta que no solo se trata del control sanitario, sino de garantizar la estabilidad o viabilidad de un país entero; así pues, la alternativa del cerco epidemiológico o cuarentenas selectivas parece ser acertada, pues daría paso a una reactivación discreta y paulatina de ciertas actividades económicas que podrían garantizar la empleabilidad a una escala muy baja, pero que también podrían dar paso a nuevas formas deemprendimiento y autoempleo.

La apuesta es arriesgada, dicen algunos, pues el Estado no cuenta con toda la logística para garantizar que se contendrá el contagio, pero debemos recordar una gran verdad: la lucha contra el COVID-19 no es una lucha para extirparlo y desaparecerlo: se trata simplemente de ganar tiempo para aprender a convivir con él, resideñar nuestras formas de vida, nuestra cotidianidad en función de esta enfermedad, tal cual lo hemos hecho en épocas pasadas con la gripe, en sus múltilples variantes, o el dengue en estas tierras llenas de particularidades.

No erradicaremos el coronavirus, pero sí tendremos una vacuna y esta estará a disposición de los sistemas de salud de todo el mundo en algún momento, lo cual permitirá inmunizar a la población y a tomar cuidados.

Nuestra cultura diaria también se verá modificada, pero son cambios, a la larga inevitables, que forman parte de la evolución de la humanidad, un grupo animal que hasta la fecha se ha visto a sí mismo en la cúspide de la naturaleza, sin comprender que en este mundo somos huéspedes sometidos a la precariedad constante. La tecnología, la medicina, las ciencias, las artes, las diversiones, etc., son pruebas de que siempre hemos necesitado más para inventarnos un mundo más seguro y más habitable.

Veámonos por un instante: somos seres complejos e indefensos, inteligentes y capaces de construir y destruir.

Hoy es tiempo de recontruir nuestro nexo con lo natural.