Ni siquiera la declaratoria de emergencia o la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles han sido suficientes para asustar y detener la ola de delitos, asaltos y crímenes en la región Piura.
En Sullana los robos siguen imparables, al igual que en Paita, Piura y El Bajo Piura como lo registran los últimos actos delincuenciales. Ni siquiera los colegios se salvan de los malhechores.
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La osadía de los ladrones -quizás sabiendo que no hay una estrategia policial coherente contra la delincuencia-, los ha llevado a operar abiertamente y desatar hasta balaceras en la misma Plaza de Armas, en el corazón de Piura, donde se supone hay mayor presencia de efectivos policiales.
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Para los piuranos, estos últimos golpes del hampa a plena luz del día, los lleva a pensar que la seguridad ciudadana sigue tan débil como siempre, dejando desprotegidos a quienes hacen empresa, pagan sus tributos y generan puestos de trabajo. De ser así, ¿Qué garantías tiene la inversión privada de traer recursos a la región Piura con tanta delincuencia? ¿Qué garantía tienen los ciudadanos de salir a las calles, a sus trabajos o centros de estudio? Hasta ahora nadie les garantiza su seguridad.