Cerramos un año convulso en el que la economía continúa resistiendo los embates de la crisis política que alcanza nuevos picos.
Si bien el problema económico central ha sido la elevada inflación registrada a lo largo del año, la presión sobre los precios se disipará gracias a la efectiva intervención del Banco Central de Reserva. Sin embargo, el mayor desafío que enfrenta el país es el enfriamiento ante un mundo que crecerá menos y un contexto interno que castiga la inversión por una crisis que no cede y la incertidumbre que genera una clase política que ha probado no estar a la altura de las circunstancias.
Es positivo que el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo tuviera una respuesta inmediata de todas las instituciones, incluyendo las Fuerzas Armadas, que lograron frenar la vulneración del orden constitucional. Sin embargo, la violencia que se registra a lo largo y ancho del país es el síntoma de un conjunto de causas más estructurales que no tienen soluciones fáciles ni de corto plazo.
La actual crisis refleja una gran desafección ciudadana respecto a todas las autoridades. Es casi unánime el rechazo de la población a la clase política y el clamor que se vayan todos y se convoquen a elecciones generales. Los violentistas y organizaciones radicales aprovechan de este sentir popular para llevar agua a su molino y propugnar pedidos de asamblea constituyente como la panacea a todos los problemas que padecen los peruanos.
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Más preocupante aún resulta el sentir de un gran segmento de peruanos que avala el cierre inconstitucional del Congreso, alcanzando 40% al interior del país. Es evidente la falta de conexión de los congresistas con las prioridades de la ciudadanía y el hecho de querer atornillarse al poder atiza el rechazo de la población.
El trasfondo de esta situación es la disfuncionalidad del sistema político que carece de representatividad y legitimidad. Hay una total falta de voluntad de encarar reformas que mejoren la gobernabilidad y establezcan criterios y filtros para que los partidos políticos dejen de ser instrumentos para lograr prebendas o beneficios particulares. De otro lado, resulta crucial mejorar la efectividad, eficiencia y transparencia del Estado en sus tres niveles de gobierno.
El rechazo al status quo refleja una entendible frustración ante la desidia y la corrupción que impregna la acción gubernamental. De no empezar a cambiar esta situación el Perú seguirá a la deriva y el escenario previsible será de estancamiento económico en el mejor de los casos.
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