El COVID 19 es sólo la punta del iceberg, debajo hay muchos depredadores, toda una cadena de mal-hechores, gente de a pie, instituciones, partidos políticos, pobres y ricos, sociedades empresariales y gremios de trabajadores, religiones; gente e instituciones “malas” que han venido asesinando la patria, y gente “buena” que hizo silencio por cobardía o por conveniencia; es verdad, COVID no mata solo.
La corrupción ha venido envenenando la sociedad, el capitalismo salvaje ha venido fagocitándose al pobre y el comunismo fue incapaz de liberar a los “proletarios” quienes poco a poco se convirtieron en “lúmpenes” expulsados del paraíso terrenal rojo prometido que nunca llegó.
Los más pobres han venido muriendo y resucitando una y otra vez como el “ave fénix”, desde sus cenizas o desde su fe terca en la vida y en ese Dios Hombre que vino para liberar a los cautivos. Los pobres, motivados por el hambre y por amor a los suyos inventaron potajes pobres desde su miseria, delicias al alcance de sus inexistentes ingresos; comidas del pueblo cocidas en la calle con el fuego del amor de nuestras madres, al calor de la olla común y convertidos después en platos estrella de la carta de la mesa de los señores.
COVID no mata solo. “¿Cuándo se jodió el Perú?” ¿Cuándo empezaron a matar a los peruanos? Cuando se puso el capital por encima del hombre; cuando fue más importante que la salud y la educación, la carretera de penetración y facilitar la depredación de los bosques y robarse los minerales; cuando para los gobiernos fue más importante el avance macroeconómico que el empleo decente para los peruanos, más urgente que el pan de la mesa, la Tablet para la escuela, el balón de oxígeno para el hospital; cuando para los partidos políticos fue más importante la coima que la implementación adecuada de los hospitales del pueblo, más importante fue el robo que la salud y la educación de los pobres.
COVID no mata solo, ahí están los grandes asesinos que construyeron un Perú y mundo descabellado donde los políticos, congresistas, autoridades elegidas para servir, pero que ganan diez veces más que un médico, veinte veces más que maestro o policía; un mundo trastornado donde con nuestra complicidad se acepta que es más importante el fútbol que los médicos y maestros; 700 millones de euros por un pelotero y no hay dinero para un buen sistema de educación y de salud al alcance de todos. Ahora sí acepto que “Covid no mata solo, no seas cómplice”.