Debido a la gravedad de la situación ocasionada por la segunda ola de coronavirus, es necesario que el Gobierno no espere quince días, sino que se pronuncie ya y diga cuáles serán las medidas más efectivas para luchar contra la pandemia. Diversas personalidades lo piden y se suman al pedido de que la realidad sea fundamental en la toma de decisiones que conciernen a la salud general.
Veamos algunas cifras: hasta la fecha, en la región hay 80.763 casos confirmados, 3.161 fallecidos. La tasa de letalidad es de 3,91%, lo que significa que fallecen cerca de cuatro personas por cada cien contagiados de COVID-19. Piura, Sullana, Talara y Paita son las provincias con más casos. Recientemente dijimos que, a diferencia de lo afirmado por Diresa, los hospitales no tienen ni el 5% de camas disponibles para los nuevos pacientes. La situación es desesperante, los servicios médicos siempre están al borde del colapso y, a pesar de todo, la situación es más holgada que en otras regiones donde la situación es similar. ¿Qué ha pasado? El desconocimiento de la realidad nos juega, una vez más, una mala pasada. Vivimos como si estuviéramos en el patio trasero de la república. En Lima no saben lo que ocurre aquí, como no lo supieron en tiempos del dengue, de El Niño, de la sequía… Engañar al Ejecutivo, que lo mira todo desde la capital, ha sido fácil. Aquí no cabe duda: al Ejecutivo le han mentido, le han mostrado una Piura viable y manejable, cuando en realidad hay desgobierno y crisis que merecen ser atendidos con urgencia. La vida y la salud de esta región fundamental para la historia y el desarrollo del Perú justifican que nuestra situación sea vista y reevaluada ya.
Este pedido no es un ataque a la economía regional. El Tiempo también ha creído que la reactivación productiva era fundamental para combatir los efectos sociales del COVID-19; no obstante, es necesario que en las actuales circunstancias se actúe con prudencia, no para crear una dicotomía falsa entre la salud y la economía, sino para hallar un modo racional de que ambas vías converjan y logren resultados seguros, éticamente permisibles y correctos. Los ciudadanos también tenemos un gran papel en la seguridad de la región: si somos cautelosos, celosos de nuestra vida e integridad, haremos que no se tenga que recurrir a medidas más drásticas.