Nuevamente, el Congreso de la República nos pone a escoger entre la solución del presente y la previsión para el futuro. Los mecanismos de las AFP (jubilación privada) y de la CTS (compensación por tiempo de servicios) tienen un fin eminentemente protector de la persona para cuando esta no pueda producir y sostenerse. Sin embargo, el parlamento, aprovechando el desconcierto que ha ocasionado la pandemia, sigue produciendo leyes que desfalcan a las propias familias. El inmediatismo, a pesar de ser peligroso, está cobrando fuerza.
Parece que hay congresistas que creen que legislar bien equivale a dar “lo que le gusta a la gente”. A esta forma de dar leyes se le llamaba, a secas, populismo. Creer que cuanto exige el pueblo, dejando de lado el análisis de las situaciones y la precaución frente a un futuro cada vez más incierto, es bueno y mandatorio, es caer en la más grosera de las demagogias. Por supuesto que se debe escuchar y atender a la ciudadanía -que es el fundamento del Estado-, pero también se debe contener, mediante una paciente y bienintencionada pedagogía política, aquellas ráfagas voluntaristas que se apoderan de la mentalidad colectiva en épocas críticas.
Peor aún, parece que el Congreso intenta lavar sus culpas por la crisis política actual entregando a las masas lo que pidan o, “interpretando el sentir de la población”, se lanzan a la conquista de los recursos públicos y privados para granjearse la aceptación y obtener algunos votos en las próximas elecciones. Juegan a desnudar un santo para vestir otro. Lamentablemente, el más perjudicado con esto será, como siempre, el ciudadano, que podría ver comprometido su futuro debido a estas maniobras políticas.
Es por ello que se debe mantener la prudencia en todo sentido, se debe proteger el futuro de las familias y, en caso de extrema necesidad de disponer de esos fondos, es muy importante ser disciplinado, invertir adecuadamente ese dinero, crear oportunidades que no echen por la borda la posibilidad de alcanzar una vejez digna y protegida. Seamos prudentes, no oigamos los cantos de sirena de la política, de aquellos que pretenden ganar indulgencias con avemarías ajenas.