Habrá que regocijarse por la aparición, sanos y salvos, de siete escolares en Canchaque, pues hasta ayer por la noche se pensaba que habían sido víctimas del aluvión de Potreros. Los menores habían subido a los cerros en busca de señal de internet para escuchar sus clases, una práctica común y diaria de miles de estudiantes en nuestra serranía que no pueden acceder a la educación virtual.
Ojalá que esta mala experiencia de los menores y hasta la catástrofe en sí misma, sirvan para remover la conciencia de las autoridades de Educación y del centralismo estatal para hacer llegar a nuestras zonas rurales no solo unas cuantas tablets, sino preocuparse también para que los estudiantes tengan acceso, desde sus hogares, a la Internet, en vez de buscar cerros para ‘robar’ señal.
Este caso llama también a la reflexión a muchos ciudadanos, aquellos que por ignorancia, falsas creencias o por influencias de grupos interesados, se ha dedicado a destruir u oponerse a la instalación de antenas 5G, pensando que estas son el origen de sus males de salud. Deben recordar que esto también es un sabotaje a la tecnología y a la educación de nuestros escolares.