Quién la debe, sí la teme… solo así podrían explicarse las últimas maniobras casi desesperadas del presidente Pedro Castillo para intentar sacarle la vuelta a las investigaciones que se le sigue bajo la sospecha de liderar una organización criminal, la misma que –según sus acusadores-, habría intentado levantarse en peso al país.
En un primer acto, su abogado apeló a todas las artimañas de la ‘leguleyada’ para evitar que la Fiscalía lo investigue. Como no lo logró, apeló a otra argucia: penalizar la difusión de información reservada a las investigaciones penales a través de una ley que más semeja a una mordaza a la prensa y con un objetivo claro: ocultar todo lo que pueda involucrarlo a él y su entorno. Con esa misma actitud, ayer ninguneó a la comisión de Fiscalización del Congreso.
Lo cierto es que Castillo miente con ganas y tiene un doble mensaje. A la audiencia, en los baños de popularidad que se da con los Consejos de Ministros Descentralizados, jura que se allana a las investigaciones y que tiene las ‘manos limpias’, pero detrás de bambalinas hace todo lo posible por evitar que la justicia aclare las denuncias en su contra, que son muchas y evidentes.
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