No exagera el presidente de CADE 2022, Felipe Valencia-Dongo cuando afirma que las esperanzas de los peruanos, la sociedad y nuestro futuro como país están en riesgo debido a la amenaza del populismo, la polarización y la posverdad.
La brusca pisada de freno que ha sufrido la economía peruana que hace poco tiempo venía creciendo sostenidamente, no se debe solo a factores internacionales como pretende hacer creer el MEF -que se ha visto obligado a reducir su proyección de crecimiento para este año-; se debe principalmente a la crisis e incertidumbre política y al mal gobierno.
Este permanente clima de inestabilidad por supuesto que afecta negativamente a la inversión privada, cuyos flujos se han reducido a cero para este año, haciendo imposible generar trabajo. A ello hay que sumarle el frenazo que ha sufrido la inversión pública; debido a la alta rotación de funcionarios, a las designaciones cuestionadas y a las denuncias de corrupción, por lo que no se ha ejecutado cerca del 50% del dinero destinado a obras no privadas.
Solo en el caso de la región Piura, 12 mil obreros de construcción civil se han visto afectados por la falta de obras en el sector público y privado.
Lo grave es que a pesar de que el país atraviesa una de sus crisis más profundas de las últimas décadas, campea la corrupción, se debilitan las instituciones, las autoridades ganan a pulso la desconfianza de los ciudadanos y sube cada día la polarización, el Gobierno no reacciona y se empeña en generar el caos y a través de su desgastado discurso populista y de lucha de clases.
Una de las conclusiones de los ponentes de CADE es que -identificado el problema: la emergencia-, lo pertinente es actuar y con sentido de urgencia. Precisamente la apuesta de la conferencia fue volver a lo indispensable: atraer la inversión privada para el progreso, para ello es necesario avanzar hacia un Estado que funcione con instituciones sólidas.
Por ello era necesario iniciar un diálogo con los líderes del Estado, tender puentes, empezando porque el empresariado escuche al primer mandatario exponer sobre su visión y agenda para el desarrollo del país, para empezar a ponerse de acuerdo. Pese a todo ello, el señor Castillo simplemente decidió desairar al sector privado y al país.
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