Demencia e indigencia. Difícil saber cuál es causa y cuál es consecuencia. Los orates de las calles, peor que los cuerdos indigentes, nos inspiran más rechazo que compasión. Cuando los vemos oscuros y silenciosos, casi ocultos en una triste esquina, instintivamente los evitamos. En lugar de sentirnos mal por ellos, su descuido nos incomoda por su mal aspecto y por la potencial amenaza de una agresión. Para hacer un paralelo, son como los leprosos del evangelio, que vivían separados por temor al contagio. Nadie los quería, pero hubo Alguien que se compadeció e hizo algo por ellos.
Esta nota viene al caso por el reciente video en UTube de mi hermano Alfredo con más de 200 imágenes recopiladas entre 1983 y 1990 en Lima y provincias: “En esos aciagos años, en escenarios de total miseria y abandono, estos orates sobrevivieron a pesar de la adversidad y el rechazo, mimetizándose con el paisaje, malviviendo de la caridad y alimentándose de restos de comida en las calles, vacunados contra el hambre y la intemperie. Una cruda y vergonzosa realidad que debería mover a reflexión”.
Los llamamos locos, orates o dementes y nos causan burla y repulsión, pero preguntémonos, ¿cómo llegaron a ese estado? Tal vez fue a causa de un duro trauma o quizás una inesperada tragedia les desencadenó un bloqueo mental, una necesidad de fugar a una realidad paralela. El orate edifica su propio mundo, se ausenta, se transporta a su espacio, imaginario sí, pero muy real en su propia mente.
“Loco” también se refiere a los excéntricos artistas, pintores, escritores, músicos o filósofos, personajes innovadores que ven las cosas de un modo diferente, “fuera de la caja”. Al ser distintos, crean obras desde su imaginación. Estos personajes a menudo son seres espirituales que se desvinculan del mundo material para poder proyectarse en sus visiones.
Que el mundo esté hoy tan alterado y el planeta tan maltratado se debe al “muy racional” egoísmo y a la desmedida ambición de unos pocos “cuerdos”. Por eso necesitamos locos “ilusionados” mejor “localizados” que mirando las cosas desde otra perspectiva obren de un modo diferente.
“Demasiada cordura puede ser la peor de las locuras: ver la vida como es y no como debería de ser”. (Miguel de Cervantes Saavedra).