Con tantas opciones, conviene hacernos algunas preguntas sobre los candidatos para ir decantando el terreno. ¿Está siendo sincero con lo que promete? ¿Hace lo que dice en su vida privada? En un discurso no solo debemos buscar qué es lo que dice el personaje. También debemos descubrir para qué lo dice, cuál es su intención verdadera.
Primero desconfiar para saber confiar
No dejarnos seducir por cómo se expresa el candidato, porque conocen las mañas del oficio y saben manejar las emociones. ¿Le interesa ser sincero? La intención de fondo está oculta en muchos casos. Entonces, deben desconfiar al comienzo y no deslumbrarse con palabras bonitas ni expresiones poco coherentes con acciones.
¿Es en serio?
Para no ser engañados siempre cuestionen y averigüen un poco. ¿Qué busca este personaje? ¿Qué lo alienta, el interés comunitario? ¿El desarrollo del pueblo? ¿La salud, la educación, la seguridad? Cuando digan cosas bonitas, hagan esta pregunta: ¿Es en serio? y pregúntense: (1) ¿Quién habla?, ¿tiene autoridad moral?, ¿practica lo que predica? y (2) ¿Para qué lo dice?, ¿cuáles pueden ser sus intereses subalternos?
¿Quién lo dice?
No se apuren. Mejor tomarse un tiempo para conversar, investigar al personaje y discutirlo. Ese candidato que habla tanto de la importancia de la familia, de la igualdad de derechos, de la inclusión social, ¿Cómo se porta en su casa? Todo parte del seno familiar y los valores de la familia se proyectan a la comunidad. Si este señor predica la armonía familiar, pero empuja a su esposa por la escalera en un arrebato pasional, ¿cómo creen que se podría comportar al frente del Gobierno cuando alguien no está de acuerdo con él? Predica tolerancia, pero prima la intemperancia.
¿Para qué lo dice?
El verdadero propósito está siempre oculto en el farsante, al contrario del sincero, quién es transparente y se arriesga diciendo lo que piensa sin importar tanto si les va a gustar o no. La verdad es con frecuencia incómoda, pero nos gusta el que dice lo que queremos oír y ofrece soluciones inmediatas.
Sin embargo, no todo se resuelve complaciendo deseos.
El deseo válido es el bienestar, pero este fulano no va a multiplicar los peces y los panes.
Lo que debe prometer es enseñar a pescar y a amasar.