La mayoría de los hombres y mujeres de este mundo vive encajonada en un anacrónico sistema de dominio, creado en gran parte por prejuicios religiosos y por políticos farsantes. Felizmente, todos llevamos dentro el impulso a la trascendencia y queremos hacer algo que deje huella; pero ese “algo” debe estar adecuado a nuestras capacidades y experiencia.
Seguramente todos conocemos a alguna persona con ese don. Algún pariente, algún maestro, algún amigo, “alguien” que haya dejado huella en nuestras vidas… o quizás solo haya sido una simple frase que rebotó en nuestro cerebro como caja de resonancia.
Cuando en el año 1989 llegué a Canadá como inmigrante estaba francamente despistado y angustiado. Me sentía “recién bajado”, con muchas preguntas y demasiada prisa por hacer muchas cosas, más de lo humanamente posible en un solo día, hasta que un amigo residente me dijo esta simple frase que caló en mi mente, tanto que la convertí casi en religión: “Dale a cada día su afán”.
Para trascender hay que inspirar haciendo algo especial, algo que nos guste hacer o que quisiéramos fervientemente lograr y debe suponer un reto. Para algunos podrá ser escribir sus experiencias, para otro dar clases magistrales o talleres de auto ayuda. Para otros, impulsar una organización de apoyo humanitario o en beneficio del medioambiente.
No todo lo que nos motiva se mueve por el deseo de lucro. Tenemos nuestra parte material y también tenemos un cierto altruismo, una necesidad de compartir sin recibir nada a cambio, movidos por el incomparable placer de dar para hacer felices a otros, para provocar una reflexión que conduzca a elevar el espíritu. Algo que provoque un cambio.
Se dice que somos animales de costumbres. Nos acostumbramos a la rutina y -temerosos de tomar riesgos y asumir retos- nos vamos oxidando lentamente volviéndonos conformistas y aceptando las cosas “como son”. ¡Qué aburridos!
Sin embargo, en nuestro ADN tenemos una llama que vibra por encender el fuego en todo el bosque. Queremos compartir lo que sabemos y lo que hemos vivido. Queremos inspirar a otros con nuestras convicciones. Queremos dejar un legado para la posteridad.
“La raíz escondida no pide premio alguno por llenar de frutos las ramas” (Rabindranath Tagore).