En un artículo publicado en Harvard Business Review, el profesor Michael Porter señala la existencia de un problema en la relación entre empresa y sociedad, de modo que “las empresas son percibidas como creadoras de ganancias a expensas de la comunidad, sin crear ganancias que, efectivamente, beneficien a la comunidad”. Así, surge un nuevo paradigma cuyas implicancias en las tareas a desarrollar son muy interesantes.
Por otro lado, estudiosos como Wendlant comentan que la responsabilidad social empresarial (RSE) depende del contexto económico y cultural de los países y del tamaño de la empresa. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) considera aspectos sociales, ambientales y económicos.
Navarro comenta que se trata de una decisión organizacional voluntaria para el crecimiento y la competitividad económica. Esta debe tomarse con un apego hacia la mejora continua y el respeto absoluto a las normas y valores de la sociedad a la que sirven. Al inicio, las empresas desarrollaron su relación con las comunidades mediante actividades de carácter caritativo o filantrópico. Las donaciones, desayunos, chocolatadas y padrinazgo en determinados eventos son claros ejemplos.
Luego llegó la RSE, que implica un nivel superior en materia de compartir valor con la comunidad, pero aún constreñido por los límites que imponen las exigencias de los accionistas para generar mayores ganancias. Las inversiones en escuelas, la capacitación de pobladores y las actividades comunales, entre otras iniciativas, configuran compromisos sociales de mayor envergadura.
El siguiente nivel consiste en la creación del valor compartido, mediante el cual las compañías deben alinear su capacidad de creación de valor con las necesidades de la sociedad. Cuando ambas cosas se dan al mismo tiempo, entonces, decimos que se ha generado valor para la sociedad.
Creemos que este tipo de oportunidades existen en todas las empresas y los sectores, de modo que, compartiendo el valor, podemos hacer un país más competitivo, una mejor sociedad y, sobre todo, generar un impacto duradero que trasciende generaciones. ¿Qué acciones de shared value ha emprendido tu organización? Cuéntanos tu experiencia.