La “fiesta democrática” se llevó a las calles. A los mítines programados y las bullangueras caravanas por el cierre de campaña esta semana, se suma desde hace meses cientos de carteles, vallas publicitarias, murales, pancartas, volantes, etc., que lejos de favorecer a los pretendientes a autoridad está originando rechazo por la contaminación visual agresiva que sufre la ciudad y los propios ciudadanos.
Y sobre este problema quedan flotando dos preguntas válidas de algunos piuranos: ¿Quién limpiará la propaganda una vez concluida la campaña electoral? y ¿quién vela por los ciudadanos, considerando que la contaminación visual –según sicólogos y siquiatras-, no solo afecta los elementos naturales del paisaje, sino que afecta la salud mental de las personas?
Los efectos de la contaminación visual se manifiestan en el mal humor, el estrés, dolores de cabeza y trastornos de atención, pero, lo más curioso, es que el exceso de carteles y propaganda confunde y hace que el cerebro no pueda procesar toda la información, por lo tanto se ignore. El problema es que con autoridades débiles, es probable que esta contaminación visual se quede por largo tiempo.
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