Muchas personas dedican gran parte de su vida a obtener dinero; lo hacen movidos por el afán de atender sus necesidades primarias y las de sus seres queridos; otros, lo acumulan porque siempre es bueno guardar pan para mayo. Hay quienes lo anhelan para obtener comodidades y bienes de lujo.
Me llama la atención, la forma, bastante extendida, como se entiende la felicidad a través de ciertos eslóganes publicitarios que impulsan su significado: “Estás aquí para ser feliz”, “tú lo vales todo”, o “destapa la felicidad”; “tú no eres tú cuando no lo tienes”. Lo eficaz y atractivo de un eslogan es que, en pocas palabras, transmite un mensaje que logra posicionarse en la mente del consumidor.
Para el cliente, desembolsar dinero -del que dispone o carece- para conseguir algo, si bien le permite satisfacer un capricho o cubrir una necesidad no le acerca, ni mucho menos le garantiza, a la felicidad en el sentido pleno de este término.
Buscar la felicidad es algo propio del hombre, aunque pocas veces sabemos cómo conseguirla. Durante una charla que impartí sobre “Finanzas familiares”, esta reflexión me llevó a preguntar a los asistentes, jóvenes y recién casados, si el dinero los hacía felices. El 70% respondió que no, y una persona, a través, del chat indicó: “Mi familia me hace feliz”. Estoy de acuerdo con ella y me identifico con quienes comparten similar visión, pues no creo conformar una minoría.
Poner el dinero como centro de nuestra vida para poder adquirir “todo lo que quiero” no provee de felicidad. La pandemia mundial nos lo ha demostrado con creces; cuánta verdad hemos constatado alrededor de esto. La prioridad y lo verdaderamente valioso terminaron siendo las personas, nuestras familias; y, por extensión, los amigos y colegas. La satisfacción y la recompensa que se obtienen cuando salimos de nosotros mismos no tienen precio. Sin embargo, hoy, acumular cosas y tener lo último que está de moda son el anhelo de muchos, pero el consuelo de muy pocos.
Investigaciones en psicología positiva demuestran que la felicidad no aumenta en relación directamente proporcional con la cantidad de cosas o del dinero; sucede a la inversa, las personas felices gozan de buena salud, viven más, son más productivas, ganan más, tienen mejores relaciones y suelen ser más generosas.
Siendo la familia el ámbito por excelencia donde ejercitarnos el cómo amar más y mejor y en donde aprendemos y enseñamos el significado de lo que es la verdadera felicidad, eduquemos para que el amor sea el bien de muchos y el consuelo de tantos.