Este año la celebración de la Navidad en Piura, por fuerza de las circunstancias como en todo el mundo, será eminentemente familiar; por lo que, de este modo, prevalecerá el contenido espiritual de esta conmemoración del natalicio de Jesús por sobre la algarabía social que estas fiestas de fin de año revestían en los últimos tiempos. Desde esta perspectiva el obligado confinamiento en el hogar hará resurgir el sentimiento de verdadero amor entre los miembros de un grupo familiar.
La sociedad de consumo en el mundo entero ha transformado la Navidad –desde hace muchos años- en una actividad comercial por excelencia que estimula la “generosidad” de cada persona con respecto a su entorno familiar o social. La publicidad navideña está ornada con la bonachona figura de Papá Noel y sus renos (animales desconocidos en esta parte del globo) así como la caída de nieve que es propia de los países nórdicos y que en nuestro caso, por ejemplo, jamás la veremos. Arboles, animales y personajes de una realidad tan ajena como extraña para los piuranos nos ha hecho perder, un poco, las antiguas tradiciones navideñas del Perú y especialmente de Piura en el caso de nosotros.
Estas simpáticas costumbres que tenían tanto colorido como contenido religioso estuvieron en el alma de nuestro pueblo y nos permitían disfrutar de una celebración cristiana que ponían ante todo el recuerdo de la venida de Jesús en el pequeño pueblo judío de Belén con un mensaje nuevo de paz en la tierra para todos los hombres de buena voluntad. Por eso y por el deber que tenemos de conservar nuestras verdaderas costumbres populares piuranas hay que apoyar las iniciativas que se orientan a este logro. La Navidad no es un acontecimiento comercial sino un encuentro familiar para recordar la llegada de el Salvador. La tradición y el folclore se juntan para ayudar a eso.
Las comparsas de pastoras y pallas que transitaban por las calles de nuestras ciudades; los Reyes Magos de Narihualá, los pesebres en los templos y en algunas casas de familia que eran ya famosas por tener bellos conjuntos (la de la familia Cherres o donde los García Bohórquez) eran visitados por adultos y niños para beber una refrescante chicha de maní. Esta tradición navideña profundamente religiosa y familiar podría rescatarse poco a poco. De manera particular ahora cuando quienes tenemos fe en un Ser Supremo necesitamos sentir la esperanza del advenimiento de un tiempo mejor.