Hace rato que el Ministerio de RR.EE. debió ‘cuadrar’ a los presidentes zurdos con ganas de inmiscuirse en asuntos internos de Perú, defendiendo, no necesariamente a Pedro Castillo, sino su proyecto socialista que intentan implantar en Latinoamérica.
El día de ayer, 20 de diciembre, la ministra de RR.EE. Ana Gervasi hizo bien en botar al embajador mexicano, Pablo Monroy, otorgándole un plazo de 72 horas para abandonar el país.
Para algunos exembajadores, México ha hecho mal otorgando asilo diplomático y salvoconducto a la familia de Pedro Castillo, pues una gestión así procede para un caso de persecución política, en la que el asilado corre peligro de muerte.
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Por el contrario, la esposa de Castillo está comprometida en un delito de carácter común (delito de corrupción) y según los estándares de asilo, no se otorga para este tipo de personas.
El problema es que estas acciones del presidente mexicano no solo dificulta una investigación fiscal, sino que pone en riesgo las relaciones bilaterales entre ambos países y genera un clima de inestabilidad con otros países de corte socialista que forman parte del foro de Sao Paulo, al cual se le ha mutilado uno de sus miembros.
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