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El robo de celulares, la nueva epidemia: Cada 21 segundos le quitan su celular a un peruano

noviembre 3, 2025
Autor: SEO El Tiempo

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Cada 21 segundos le roban su celular a un peruano. En lo que va del 2025, la cifra supera el millón cien mil equipos sustraídos (1’101,794), según el RENTESEG.

Es decir, mientras usted termina de leer este párrafo, al menos dos personas en algún punto del país habrán perdido su amado y preciado teléfono a manos de un delincuente.

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Es evidente que el robo de celulares en el Perú se ha convertido en una epidemia social; un negocio criminal estructurado y una muestra perfecta de cómo la impunidad en este delito se ha normalizado. Las cifras del Registro Nacional de Equipos Terminales Móviles para la Seguridad (RENTSEG) revelan un patrón inquietante: los días con más robos son los lunes (4,893 equipos), seguidos del sábado (4,210) y el domingo (4,146).

Este detalle no es menor. Indica que los robos se concentran cuando las personas se desplazan más -al trabajo, al mercado o a espacios de ocio-, pero también cuando hay menos presencia policial efectiva. Los lunes, el ciudadano vuelve a la rutina y los delincuentes aprovechan la distracción del inicio de semana; los fines de semana, el relajo y el consumo de alcohol hacen el resto.

De acuerdo a estas cifras, el Perú es hoy uno de los países más afectados por el robo y comercio ilegal de celulares en América Latina. Lima concentra la mayor parte de denuncias, pero ciudades como Piura, Trujillo, Chiclayo y Arequipa ha registrado este año incrementos alarmantes.

Hoy, cualquier lugar es un riesgo: en paraderos, unidades de transporte, calles comerciales o incluso dentro de universidades, los “raqueteros” operan con precisión y descaro.

El oro moderno

El teléfono móvil, convertido hoy en apéndice digital de nuestras vidas, es también un bien de alto valor en el mercado negro. Un equipo de gama media puede venderse fácilmente entre 300 y 600 soles, mientras que uno de gama alta, que a su propietario le costó más de 3 mil 500 soles, supera en el mercado negro los 1,500. Para un delincuente, un solo “jalón” puede equivaler a una semana de ingresos en el trabajo informal o al pago de una deuda.

Pero el robo físico del aparato es solo el inicio. Paralelo al “jalón” de celular existe una cadena criminal organizada que involucra a los llamados receptadores, técnicos cómplices, comerciantes de segunda mano, plataformas informales en línea e incluso centros de reparación que “resucitan” los equipos bloqueados cambiándoles el IMEI o mezclando piezas de varios celulares robados, como se hace ‘aquicito’ nomás en Piura, en la Av. Loreto o en la llamada zona Inkari del Complejo de Mercados, donde los celulares circulan con total impunidad, pese a los operativos esporádicos que el Estado anuncia con bulla, pero que se olividan al día siguiente.

Economía del delito

El robo de celulares no prospera solo por la pobreza o la necesidad, como algunos discursos simplistas pretenden justificar. Su auge también se explica por la impunidad estructural y la falta de control estatal real. Por ejemplo, la mayoría de estos robos no se denuncian -por desconfianza en la Policía o por considerar que “no vale la pena perder tiempo y más dinero”-, y los pocos que se denuncian rara vez terminan con un responsable detenido.

Por su parte, la Policía Nacional enfrenta limitaciones crónicas como personal insuficiente, tecnología obsoleta y falta de coordinación con las operadoras móviles. A ello se suma un sistema judicial que trata al ladrón como un delincuente menor, liberándolo a las pocas horas bajo el argumento de “hurto simple”. Así, la reincidencia se vuelve norma. Según estimaciones de la propia PNP, el 60% de los capturados por robo de celulares ya había sido detenido al menos una vez por el mismo delito.

El problema, además, se alimenta del mercado negro digital. En redes sociales y plataformas de compraventa abundan anuncios de “equipos liberados”, “reparados” o “de oportunidad”. Muchos usuarios, tentados por el precio, compran sin preguntar el origen, cerrando así el círculo criminal. Comprar un celular robado no solo es complicidad indirecta: es la gasolina que mantiene viva la maquinaria del delito y que en el peor de los casos, hasta han costado la vida y la salud de las víctimas. n

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