Las elecciones de 2026 colocan al votante en el centro de un proceso decisivo para el rumbo del país. Con un escenario fragmentado, donde ningún aspirante presidencial supera el 10% en la última encuesta de Ipsos, el docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura, Guillermo Chang, advierte que ese tipo de mediciones solo reflejan “una fotografía de los sentimientos del país”.
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Sin embargo, el docente subraya que ciertos actores políticos han convertido esa foto emocional en insumo para promover transformaciones profundas sin análisis técnico. Frente a ello, propone priorizar “la foto de la razón” y fortalecer la institucionalidad.
Para Chang, la magnitud del voto es mayor de lo que muchos ciudadanos asumen. Recuerda que no se elige únicamente a un presidente, sino a todo un equipo con capacidad real sobre la vida pública.
“Votamos por un grupo de personas y nos casamos con ellos por cinco años. Les confiamos nuestra vida por cinco años”, señala. Por eso rechaza la lógica del sufragio por descarte —“voto por ti porque no quiero al otro y luego te voto”—, calificándola de postura “adolescente e infantil, caprichosa”.
Del mismo modo, la decana de Derecho de la UDEP, Susana Mosquera, coincide en que el peso del proceso recae en el elector. Aclara que el Estado no opera por inercia ni por magia; requiere dirección competente y autoridades con criterio.
“Necesita que alguien con una buena cabeza, alguien bien preparado esté al mando, ese buen seleccionador que elija a los mejores”, afirma. En ese sentido, recalca que la elección no se reduce al acto de depositar la cédula. El seguimiento posterior es un deber que no puede abandonarse durante los cinco años de gobierno.
Mosquera sostiene que la ciudadanía debe comprender que cada decisión pública tiene efectos colectivos. Casos como la manipulación de pasaportes recuerdan, afirma, que una irregularidad administrativa termina afectando a todos.
Por estas razones, destaca que el derecho al voto exige libertad, autenticidad, información suficiente y condiciones que permitan elegir con conocimiento pleno. Enfatiza además que los medios desempeñan un papel imprescindible para garantizar una “información electoral libre y plural”, sin la cual el votante no puede formar una voluntad democrática válida.
La decana también afirma que informar no significa neutralizar todo en un mismo plano. La veracidad, sostiene, implica analizar propuestas, revisar planes de gobierno, verificar antecedentes, transparentar financiamiento y traducir conceptos técnicos a un lenguaje comprensible para una población diversa. Advierte, además, que la desinformación y los discursos superficiales pueden distorsionar la opinión pública si no se contrastan con rigor.
“Necesitamos información veraz… Es un requisito para la libre formación de la voluntad electoral”, puntualizó.











