El país se desangra. Solo en Puno, en dos días, murieron 18 peruanos enlutando al país, hechos que deben investigarse acuciosamente.
En tanto en las protestas se exige, antes que la solución a problemas importantes, la renuncia de la presidenta y el cierre del Congreso. ¿Es esta la solución?, ¿Qué pasaría si se accede a estas peticiones?
Sobre este tema conversamos con el doctor Carlos Hakansson, constitucionalista y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura, quien confirma sus declaraciones anteriores y las de muchos otros especialistas y analistas: ante la renuncia de la mandataria peruana “el titular del Congreso asumiría la presidencia transitoria y deberá convocar a elecciones” o, en todo caso, señalan algunos analistas, sería mejor formar una nueva mesa directiva que haga la convocatoria; pero esta debería ser consensuada.
– Supongamos que se logre una mesa consensuada en el Congreso, ¿qué acciones inmediatas debe tomar, respecto a las elecciones?
Dentro del Congreso se encuentra representada gran parte del Estado informal que agita las protestas (cocaleros, antimineros y apologistas al terrorismo; por eso, es muy difícil producir un acuerdo. Por otra parte, la regla constitucional del artículo 115 CP establece un orden de sucesión que ningún acuerdo, por más que sea unánime, puede soslayar.
– ¿Qué panorama nos pintaría la realización de unas elecciones así, apresuradas?
Lo primero es que las listas congresales y presidenciales de candidatos se presenten bajo las mismas reglas que nos llevaron a esta coyuntura. En segundo lugar, tampoco se trata de aplicar unas recetas mágicas que reviertan el daño causado. En los últimos veinte años se han aplicado reformas nefastas al sistema político. La clase política ha carecido de empeño para creer y sostener las reglas de juego que, hasta el 2016, superaron los tres gobiernos democráticos consecutivos.
– ¿Qué inconvenientes hay para una convocatoria rápida?
Si convocamos elecciones generales en este momento, las candidaturas más radicales tendrán una ventaja indebida al haberse agudizado las contradicciones; especialmente en el sur del país.
– ¿Qué partidos están aptos para postular candidaturas?
Desde el punto de vista formal, pueden participar todos los que conservan su inscripción; sin embargo, padecemos una orfandad política que comenzó con la ausencia de partidos, empeoró con la desaparición de políticos con experiencia partidaria fruto de la no reelección inmediata de congresistas.
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– Si la derecha o la izquierda se agrupan y ganara una de estas propuestas, ¿el país estaría nuevamente polarizado?, ¿qué podría suceder entonces?
El Perú es un país que tiende hacia un centro político que suele manifestarse en la segunda vuelta electoral. El “centro” debe comprenderse como la objetividad y no sólo a la equidistancia. El problema se produjo con la agudización de los “antis” en el balotaje (segunda vuelta) que nos han conducido a esta situación: el Estado formal contra el Estado informal.
– ¿Hay alguna manera o fórmula mágica para retornar al real ejercicio de la democracia con paz en el país?
Ninguna democracia verdadera se ha construido a través de fórmulas mágicas, sino con paciencia, tolerancia y empeño, una receta más humana que jurídico-positiva.
–En su opinión, ¿debe renunciar la presidenta Dina Boluarte?
La renuncia de la jefa de Estado sería el triunfo de los antimineros, cocaleros y apologistas al terrorismo; sería abrir las puertas al socialismo del siglo XXI donde forman parte Argentina, Bolivia, Nicaragua y Venezuela que poco tienen que mostrar sobre libertades y desarrollo.
– ¿Qué acciones podrían traer paz, en un contexto como el que se vive en Juliaca y Puno?
Lo que se vive es el enfrentamiento del Estado formal con el informal. El periodo de convivencia solapada culminó con el golpe fallido de Pedro Castillo, dando inicio a una arremetida internacional asociada con las zonas liberadas y ocupadas por cocaleros, antimineros y dirigidas al interior por grupos terroristas.
El Estado informal que ganó las elecciones del 2021 no quiere perder su cuota de poder. Recordemos las palabras de un actual congresista: “si llegamos al poder no lo vamos a dejar”.
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