La palabra “vacancia” cobra fuerza en la boca de un amplio sector de la ciudadanía cansada de que los supuestos abanderados de la corrupción, como el propio presidente de la República, terminen enlodados en escándalos que guardaban celosamente en los armarios del pasado. En política, no obstante, el pasado es solo un presente a punto de estallar. Al parecer, Martín Vizcarra no es inmune al mal mayor de nuestro tiempo, la enfermedad de las uñas largas. La vacancia suena con fuerza.
Sin embargo, este no sería un camino preferible si se piensa más allá de la coyuntura. Este Gobierno ha tenido errores, algunos de los cuales podrían ser considerados, incluso, crímenes de lesa humanidad -como haber dejado en manos del COVID a 30 mil presidiarios, algunos de ellos sin condena, y hasta a agentes del INPE, por haber acometido tardíamente el plan de deshacinamiento de los penales, una medida propuesta, incluso, por la Iglesia a la que el mandatario desoyó-; otros yerros serían la torpeza con que el Gabinete quiso conducir el juego político -un juego sobrado de trampas- o la falta de una política clara para organizar a la ciudadanía cuando la pandemia tocó nuestra puerta. Sin embargo, ¿es preferible Merino de Lama a Vizcarra? ¿Es preferible el populismo depredador de lo poco que ha quedado en pie del país? ¿Es preferible el mando de un presidente de Congreso que quiso lograr la primera magistratura a punta de llamadas telefónicas nunca del todo aclaradas?
Sí, señores, nuevamente nos toca elegir el mal menor porque de por medio está la estabilidad jurídica del país. ¿Acaso no aprovecharía Merino y los que hacen de sus titiriteros para cambiar el panorama político, derribar las reformas políticas, restaurar la impunidad y demás vicios de una democracia inexperta y cabizbaja como la nuestra? Vizcarra, probablemente, pase a la historia como una de las más grandes decepciones políticas, pero aún así es necesario mirar con amplitud el panorama y ver que una vacancia solo le daría la razón a quienes hicieron del Congreso anterior un centro de operaciones para obstaculizar al Ejecutivo y que hoy fungen de analistas, asesores y que se frotan las manos esperando su venganza. El mal que habíamos creído derrotado habrá ganado. ¿Acaso es la torpeza causal de vacancia?