A pesar de los más de 200 mil muertos que ha dejado hasta ahora la COVID-19, además de problemas económicos, de inmovilidad, desempleo y carencia de servicios médicos, muchos peruanos no toman conciencia del tamaño de la calamidad que vivimos y persisten en su egoísmo infundado de negarse a vacunarse.
Solo en Piura existen más de 132 mil personas, entre los 20 y 60 años que han adoptado una postura de negación que pone en riesgo sus propias vidas y también de toda la comunidad.
Según científicos de la OMS, los no vacunados constituyen un grupo de alto riesgo porque en ellos el virus muta y se fortalece, es decir, los utiliza como un laboratorio.
En algunos países vecinos, en vista de la corriente de “no vacunas” que se extiende, han adoptado la obligatoriedad como norma.
No está demás que, con personas con alto egocentrismo, se les multe o se les aísle en sus propias viviendas a fin de no exponerse al virus y que este mute en ellos, como lo proponen médicos y autoridades peruanas.
En otros países ha funcionado; después de todo está de por medio el bienestar y la preservación colectiva, antes que la personal.
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