El horrendo crimen de un escolar por parte de uno de sus compañeros en Mariscal Tito frente a su colegio, nos plantea como sociedad la obligación de cambiar de rumbo ahora, si no queremos que hechos como este se vuelvan cotidianos.
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O salvamos a más de medio millón de escolares, nuestro patrimonio humano más importante del que depende nuestro futuro, o seguimos siendo pasivos observadores del deterioro social al que nos están llevando las difíciles circunstancias que nos ha tocado afrontar: pandemia, corrupción generalizada, crisis económica y sanitaria, violencia política, violencia social, Niño, crisis climática, etc.
Los 287 casos de violencia escolar registrados en lo que va del año, según la Dirección Regional de Educación, son indicadores de que la sociedad piurana urge de un cambio de rumbo. La solución a estas conductas agresivas, a la falta de respeto hacia los demás, al desprecio hacia los otros en lugar de empatía; no la tiene un sicólogo.
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No hay una fórmula mágica. Más aún si no hay psicólogo o el que hay -a veces contratado a tiempo parcial- no se abastece al tener que atender a 500 u 800 alumnos. Contratar más sicólogos -con ayuda del MEF y GORE– permitiría dar mayor cobertura en la ayuda profesional, pero esta debe ser complementada por una asistenta social que conozca la idiosincrasia de los alumnos, la situación en que viven, sus problemas en casa.
Hay expertos que recomiendan incluso la disponibilidad de un psiquiatra y hasta de un policía asignado por lo menos a los colegios con mayores problemas. El Comité de Seguridad Ciudadana ha propuesto desde el año pasado que se incorpore Brigadas de Autoprotección escolar en las escuelas de Piura. ¿Por qué no se pasa de la buena intención a la acción?
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El otro pilar fundamental e incluso el más importante es indudablemente la familia.
¿Padres y madres monitorean qué ven sus hijos en redes, quiénes son sus amigos, qué lugares visitan? ¿Saben cómo usan el tiempo libre? ¿Identifican cambios bruscos de emociones?