La Unión Europea salió este lunes en defensa del reciente acuerdo comercial con Estados Unidos, firmado el domingo por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente estadounidense, Donald Trump, en un intento por frenar una escalada arancelaria que amenazaba con desatar una guerra comercial entre ambos bloques.
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El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, afirmó estar “100% seguro de que este acuerdo es mejor que una guerra comercial con Estados Unidos”, en referencia al pacto que impone un arancel del 15% a ciertos productos europeos exportados al mercado norteamericano, frente al 30% inicialmente propuesto por Washington.
El acuerdo también contempla que la UE compre energía por 750.000 millones de dólares e invierta 600.000 millones de dólares adicionales en sectores estratégicos, aunque aún se desconocen muchos detalles técnicos y la propuesta debe ser presentada a los Estados miembros para su aprobación.
Reacciones divididas en Europa
Las reacciones en las capitales europeas fueron dispares. España y Alemania respaldaron el acuerdo, aunque el presidente Pedro Sánchez lo hizo “sin entusiasmo”, y Friedrich Merz, canciller alemán, lo consideró un freno a una escalada innecesaria. Por su parte, Francia y Hungría manifestaron su descontento. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, afirmó que “Trump se comió a Ursula von der Leyen como desayuno”.
El sector automovilístico europeo celebró la desescalada, mientras que la industria química alemana y los exportadores de alimentos españoles lamentaron los altos aranceles. El principal núcleo empresarial de Francia criticó la debilidad de la UE para “afirmar el poder de su economía”.
EE.UU. y Rusia observan desde diferentes trincheras
Mientras la Bolsa de Nueva York abrió al alza por el alivio del mercado, Rusia, a través de su canciller Serguéi Lavrov, calificó el acuerdo como un “duro golpe” a la industria europea y auguró una mayor desindustrialización del continente en beneficio de Estados Unidos.
El debate sigue abierto en la UE, donde muchos consideran que el acuerdo, aunque evita una confrontación comercial directa, implica una concesión excesiva al poder económico y político de Washington.
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