La pandemia los obligó a regresar tras perder sus trabajos en el exterior.
La unión familiar pesa más que un futuro incierto en los más de 100.000 venezolanos que han vuelto al país, debido a la crisis por la pandemia del COVID-19. Como miles de familias, Bernal Santana, su esposa, Noeli Apontes, y su hija, Valentina, miran la vida con temor después de caminaron 16 días desde Perú hasta Táchira. Primero el hambre después la pandemia. ¿Qué viene ahora?
“Estamos agotados, pero es como una victoria, casi en casa. Estamos ansiosos por volver a ver a nuestra familia”, dijo Noeli.
La familia está en cuarentena en un refugio temporal en Táchira, situado a 400 kilómetros de su casa en Maracay. Después de más de un año en el extranjero, Bernal y Noeli perdieron sus trabajos debido al confinamiento. Ahora se enfrentan a un futuro inestable, pero están agradecidos por volver a su hogar de toda la vida.
El COVID-19 llegó a Venezuela a mediados de marzo. El número de casos se mantuvo bajo los primeros tres meses, pero recientemente ha habido un aumento importante de contagios: 49.877 hasta ayer, según la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez.
Los prolongados confinamientos han afectado gravemente a la economía del país y a los medios de vida de la gente, y han exacerbado las necesidades humanitarias existentes.
¿CÓMO HA AFECTADO?
La economía venezolana, golpeada por años de crisis bajo e, régimen de Nicolás Maduro, continúa haciéndose más y más pequeña y en el segundo trimestre del año se hundió 32,8% con respecto al mismo período del 2019, de acuerdo con la medición de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición.
La contracción del trimestre obedeció a la menor producción petrolera y a los efectos de la pandemia en los sectores de comercio, banca y construcción, señaló el informe. A lo largo de casi dos décadas, el Gobierno de Venezuela mantuvo un modelo de controles que afectó la actividad productiva. Una flexibilización de las regulaciones, que ocurrió a mediados del 2019 para dar un respiro a áreas como el comercio y la industria, llegó tarde, según legisladores y economistas.
UNA FRÍA BIENVENIDA
Cuando Juan Meza ya no pudo soportar oír a su
hija llorar de hambre, vendió las pocas pertenencias de su familia y dejó Venezuela en 2017 para trabajar en una fábrica de zapatos en Colombia.
Durante años, Meza sintió alivio por poder alimentar a sus hijas, hasta que fue despedido. Ahora de regreso, anda en busca de personas dispuestas a comprar pollo en dólares o hacer un trueque por harina y arroz.Si bien las duras condiciones de los migrantes retornados, que quedan en cuarentena en locales bajo control militar, han generado críticas, su experiencia después de dejarlos es igualmente difícil: una lucha diaria para obtener alimentos en un contexto de apagones, escasez de agua y el riesgo constante de exposición al coronavirus.
Al iniciarse la pandemia, Maduro dijo que los venezolanos retornados serían recibidos “con amor y con brazos abiertos”. Pero a medida que el virus desmoronaba el sistema de salud, el dictador responsabilizó a los que regresaban por el creciente número de casos. Hoy ya no responde a la ayuda que claman los retornados.