Durante la celebración de la misa de Pentecostés en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV hizo un ferviente llamado al amor como antídoto frente a los grandes males del mundo, desde el egoísmo y la soledad social hasta las guerras y los feminicidios. El evento congregó a más de 80,000 fieles de todo el mundo, reunidos por el Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades.
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El Pontífice reflexionó sobre la acción del Espíritu Santo, cuya presencia es celebrada en Pentecostés, citando las enseñanzas de Benedicto XVI: “La Iglesia debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar barreras sociales y raciales”. En ese sentido, León XIV afirmó que el amor permite «abrir nuestra vida al prójimo, vencer el miedo a lo diferente y derribar muros que nos dividen».
El amor frente al egoísmo y la violencia
El Papa advirtió sobre los riesgos de un mundo hiperconectado pero emocionalmente distante:
“Estamos cada vez más solos, incapaces de establecer vínculos reales”, lamentó. “Solo el amor puede disolver los miedos, los prejuicios y las barreras emocionales que impiden relaciones sanas”.
También denunció con fuerza la violencia en las relaciones personales, haciendo referencia directa a los recientes casos de feminicidios en Italia:
“Pienso con profundo dolor en esas relaciones donde surge el deseo de dominar al otro, que termina en actos violentos y asesinatos”.
Unidad en la diversidad dentro de la Iglesia
Durante su homilía, el Papa León XIV instó a la Iglesia a ser un espacio sin divisiones, donde el diálogo y la acogida de la diversidad sean la norma.
“No debe haber fronteras entre nosotros si realmente queremos vivir como hermanos”, afirmó.
Además, señaló que el Espíritu Santo abre fronteras entre pueblos y culturas, convirtiendo las diferencias en oportunidades de encuentro y no en motivos de conflicto.
“Donde hay amor, no hay lugar para los nacionalismos excluyentes ni para la indiferencia social”, recordó, en referencia a las tensiones políticas globales.
Un mensaje de esperanza y paz
En un mundo sacudido por guerras, exclusión social y odio, el Papa cerró su mensaje con un llamado urgente:
“El amor debe sostener nuestros esfuerzos por construir un mundo donde reine la paz. Que el Espíritu abra las fronteras, derribe muros y disuelva el odio”.
Previo a la eucaristía, el Papa recorrió la Plaza de San Pedro en el papamóvil, bendiciendo a niños y saludando a los fieles, en un ambiente festivo marcado por banderas, cantos y carteles de más de 100 países, entre ellos España, México, Argentina, Perú, Brasil y Colombia.











