Casi un mes después del paso del huracán Melissa por el oriente cubano, miles de habitantes continúan viviendo en condiciones extremadamente precarias. La devastación provocada por una de las tormentas atlánticas más intensas registradas ha dejado a numerosas familias sin electricidad, agua potable ni viviendas seguras, obligándolas a sobrevivir con recursos mínimos.
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Durante el día, los pobladores caminan hasta los ríos cercanos para abastecerse de agua en envases plásticos. Por la noche, duermen en refugios improvisados, carpas o espacios comunitarios que se han habilitado para enfrentar la emergencia.
Familias viviendo en refugios temporales
Lucía García, de 80 años, es una de las muchas afectadas. Relata que perdió todo debido a las inundaciones. Ahora vive junto a sus dos hijos adultos y su esposo enfermo en un pequeño aula escolar en el municipio de Río Cauto. Este espacio funciona como refugio para 14 familias y también ofrece alimentos a otras 25 que se alojan con vecinos o familiares. Camiones cisterna abastecen agua cada tres o cuatro días, aunque la distribución es insuficiente para cubrir las necesidades básicas.
Muchos de los habitantes de Río Cauto residían cerca del río y quedaron sin hogar cuando las represas liberaron grandes volúmenes de agua tras el paso del huracán. Según un informe del periódico oficial Granma del 10 de noviembre, más de 2,300 personas fueron evacuadas, aunque las autoridades aseguraron que el proceso de retorno a las viviendas había concluido.
Inundaciones masivas y daños generalizados
La situación es igual de crítica en la localidad de Los Mangos, donde las inundaciones alcanzaron niveles inesperados apenas un día después del impacto del huracán. Anisleydis Hidalgo recuerda que, al amanecer, el pueblo entero estaba sumergido. Aunque los residentes fueron evacuados antes de la llegada de Melissa, al volver encontraron advertencias de nuevas inundaciones, sin imaginar la magnitud del daño.
En Los Mangos, 58 personas, entre ellas 30 niños, viven en 10 carpas donadas por el gobierno de la India, según la trabajadora social Lianet Socarras. La falta de agua potable es el problema más urgente, agravado por la acumulación de desechos, muebles destruidos y cadáveres de animales en descomposición que permanecen alrededor de las viviendas. Aunque el sistema eléctrico no fue destruido por la tormenta, los apagones programados han extendido la angustia de la población.
En la costa sur, el mar arrasó con viviendas
El municipio costero de Guamá también enfrenta graves dificultades. Allí, Altagracia Fonseca, una jubilada de 65 años, relata que el mar ingresó a su casa y destruyó muebles, ropa y electrodomésticos. En días recientes, ha tenido que caminar hasta un río cercano para lavar las pocas prendas que logró rescatar.
Fonseca cuenta que se evacuó con lo básico, pensando que regresaría al día siguiente. Al volver, encontró su hogar irreconocible. Otros vecinos, como Elizandra Sorrilla, comparten historias similares. Ella, junto a su familia y su perro, vive ahora en una pequeña tienda de víveres transformada en un espacio multifuncional ante la carencia de alternativas. Asegura que les han prometido ayuda, pero los suministros aún no llegan.
La paciencia de los afectados está llegando al límite
En medio de esta crisis prolongada, los apagones se han convertido en un problema constante. La Unión Eléctrica Nacional advirtió que el restablecimiento del servicio podría demorarse hasta mediados de diciembre, lo que ha provocado frustración entre los residentes.
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En el pueblo de El Carmen, la tensión estalló recientemente cuando vecinos bloquearon una carretera con árboles y postes caídos para exigir el restablecimiento de la electricidad, incluso antes de la llegada del huracán. En medio de la protesta, el director general de la entidad eléctrica, Alfredo López, aseguró que los equipos trabajan sin descanso para restituir el servicio, aunque las comunidades afectadas temen que la ayuda llegue demasiado tarde.
La recuperación en la zona oriental de Cuba avanza lentamente, mientras miles de personas siguen esperando soluciones concretas ante una emergencia que, lejos de resolverse, se agrava con el paso de los días.










