En vísperas de cumplirse tres meses de cuarentena, las calles de las diferentes ciudades de la región recuperaron –a pesar de las restricciones-, su “normalidad”. Los ambulantes, en mayor cantidad, están en las calles; los mototaxis y motos lineales regresaron más osados y circulan dentro del anillo vial; mientras que el transporte público lo hace con total libertad y sin protocolo de seguridad.
Es decir, los piuranos no esperaron terminar la cuarentena. Irreverentes se adelantaron a abrir negocios y actividades que dentro de la emergencia están prohibidas, pero que a falta de control policial y municipal, cada quien hace lo que quiere, empujados por la crisis económica y porque a pesar de
que llegamos a los mil fallecidos, el hambre de muchos y la ambición de otros, ha hecho perder el miedo al coronavirus.
Son comprensibles las necesidades de la población, sin embargo, es ahora cuando más responsabilidad debemos mostrar en el protocolo de seguridad en el transporte, mercados y locales financieros.
No olvidemos que es esa informalidad y la desobediencia, según el Banco Mundial, las que nos ha colocado como el tercer país con más muertes y contagiados.