Las sorpresas que prometió Pedro Castillo en su discurso presidencial, al parecer su cumplieron: primero porque nos deja sorprendidos que los peruanos estemos viviendo en el “país de las maravillas” y hasta ahora no nos hayamos dado cuenta.
Segundo, porque afirmó que “hay bastante trabajo” e inversión privada, y tampoco la detectamos, con lo cual los miles de desempleados y negocios cerrados son alucinaciones de la oposición política.
Lo real es que el mensaje resultó ser una relación de datos, cifras y proyectos que caminan solos, pero nada nuevo ni tampoco indicios del rumbo que tomará la política de Estado en los próximos meses ni cómo lo hará. Tampoco hubo autocrítica sobre las cinco investigaciones que desarrolla la Fiscalía por actos de corrupción. Recurrió, como siempre lo hace, a la victimización y a venderse como paladín de los pobres.
En resumen, un mensaje con características de plantilla rellena de datos sazonados con una buena dosis de populismo, como el incremento de bonificaciones y sueldos, pero que no dice cómo ni de dónde saldrá el dinero. Por lo demás, insiste en su inocencia y de Piura ni habló.
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