Es un hecho que Pedro Castillo, de convertirse en presidente del Perú, no podrá desligarse de Vladimir Cerrón. Ambos, a pesar de lo que prometan en la esfera pública, tienen un pacto indeleble y objetivos claros: la asamblea constituyente, revisar los contratos con las empresas mineras y el control de los recursos naturales.
Sobre esto no hay marcha atrás ni se permitirá negociación alguna. La asamblea constituyente será la primera meta y tan desesperados están por tumbarse la Constitución del 93 que tres días después de la segunda vuelta, Cerrón y sus huestes se han echado a recolectar cinco millones de firmas para convocar a un referéndum. Claro, quieren saltarse al Congreso. ¿Harán la misma jugada de hacer votar a los muertos y a los menores de edad?
Castillo puede ser humildad, inocente y hasta un maestro bienhechor, pero se juntó con la izquierda más radical que hará lo imposible por tumbarse la actual Carta Magna y hacer una a su medida que les permita hacer y deshacer en el país y, ¿por qué no?, perpetuarse en el poder. Todos los dictadores se enfocan en la constitución porque saben que es un freno a sus ambiciones.