Si hoy recorren las calles de algunas ciudades como Piura, Paita Sullana o Talara, encontrarán que ya se abrieron pequeños restaurantes y negocios. Los ambulantes están por todos lados y el transporte público, mototaxis y motos han vuelto casi al “caos normal”.
Es decir, por aquí ya no hay cuarentena ni miedo al coronavirus. Si sale por la noche o de madrugada, encontrará pequeñas “ferias” a inmediaciones de bancos y financieras; con personas que duermen en las veredas y otras que conversan, y detrás de ellos los ambulantes ofreciendo café, emoliente y comida a los trasnochados en espera de alcanzar un turno en los congestionados bancos. Es decir, el toque de queda tampoco funciona por aquí.
Siendo así, ¿de qué sirve el aislamiento con el riesgo que el presidente Vizcarra lo alargue (en castigo) por varias semanas más en Piura? ¿De qué sirve mantener cerrados los negocios formales y las empresas, perdiendo dinero y a punto de la quiebra, si en la práctica la cuarentena no funcionó aquí; hasta las FF.AA. y la Policía se replegaron?
Los sacrificados, como siempre, son quienes hacen colas, los formales y emprendedores al filo del abismo.