Es evidente que la creación de las rondas urbanas, como las propone Perú Libre en su plan de gobierno, no terminará con la delincuencia o la incapacidad, pero sí le restará autoridad a una institución emblemática en la seguridad ciudadana como es la Policía Nacional del Perú.
En su homilía de ayer, Monseñor José Antonio Eguren pidió respeto por esta institución, pero también la intención de fortalecerla porque es la única que puede seguir adelante en su lucha contra la inseguridad, por encima de “rondas urbanas” o “sistemas de patrullaje juvenil”, que por muy buenas intenciones, podrían degenerar en más violencia o, en el peor de los casos, en grupos paramilitares como los que existen en Venezuela.
Es cierto que hoy nuestra Policía tiene serios cuestionamientos en cuanto a virtudes y valores, pero es la única con la energía y legalidad para encarar a la delincuencia, y es por ello que se hace necesario reforzar, mejorar la ética profesional y la moral de los efectivos, otorgarles mejores sueldos y, sobre todo, darle las herramientas y logística suficientes para derrotar a ese enemigo permanente que es la delincuencia.