Muchos piuranos -creativos y temerarios-, no se han quedado encerrados en sus casas. Contra viniendo toda ley y aún bajo el riesgo de multa y maltrato, se fueron a las calles a engrosar el ejército trashumante de ambulantes.
Hoy hay “emprendedores” vendiendo alcohol, gel, mascarillas, guantes, hierbas medicinales y toda suerte de ungüentos milagrosos contra el COVID-19.
Destacable el espíritu aguerrido y de supervivencia de los piuranos, pero pecan por exceso de temeridad al minimizar el peligro del coronavirus.
Según una encuesta regional, al piurano le preocupa más morir de hambre que las esporas asesinas de este virus. Allí está la respuesta de por qué no se quedan quietos en sus casas. El problema, sin embargo, no solo es la desobediencia y las ansias de emprendimiento informal, sino la manipulación y venta de medicamentos sin el control sanitario que se exige para estos productos.
En Lima, ya se descubrió fábricas de productos bamba; incluso, la audacia de algunos malos ambulantes va más allá comercializando Panadol, Hiroxicloroquina e Ivermectina que no sabemos de dónde la obtienen y si es confiable el producto.