La crisis generada por la pandemia del coronavirus ha puesto en serios aprietos a los países más plantados del mundo en donde, al igual que en Perú, la interrogante sigue siendo: ¿Primero es la economía y luego la vida, o al contrario? Lo cierto es que este virus intenta decirnos algo y habrá que estar atentos y escucharlo.
Por lo pronto, ha dejado ver que en pleno siglo XXI sigue la desigualdad social; la informalidad como norma consentida por el Estado para la sobrevivencia de los pobres. Igual, nos ha enrostrado el caótico sistema de salud olvidado y obsoleto que no puede ni siquiera atender a la población en tiempos de “normalidad”. Nos deja como lección lo despiadado, ruin e insensible de algunas peruanos y autoridades que manipulan, acaparan, incrementan precios, estafan y hasta roban sin importarles el drama de la muerte.
El coronavirus también nos deja como lección que la clase política y hasta el propio Estado, lo aprovechan para armar la jarana populista y politiquera, jugando hoy a los héroes con la economía, a cambio del favor electoral aunque en el futuro inmediato este populismo desbocado deje al país sumido en la pobreza y la recesión.