La Policía y las FF.AA. se esmeran por estos días en evitar que la población piurana y hasta los turistas, agobiados por el calor del verano, lleguen a pisar siquiera las orillas del mar. Se la pasan recorriendo las playas y correteando a los osados bañistas en los balnearios, pero lo que no saben o intentan hacerse los desentendidos es que los “veraneantes” siguen con la juerga, reuniones y bailes en discotecas y viviendas privadas.
Otros grupos familiares y jóvenes, a falta de mar y arena, se han volcado a los ríos, cascadas y canales. Por allí hacen su verano, como ocurre en la presa de Los Ejidos, en el canal de derivación; mientras los que tienen vehículos se están dirigiendo a Sechura en busca del estuario, a Chulucanas y Tambogrande para disfrutar de pequeñas cataratas y riachuelos que los refresque y les deje la sensación de que es verano y época de vacaciones.
Lo cierto es que los piuranos no se quedan quietos y parece que en medio de esta pandemia lo que buscan con más ansias, aun a costa de una multa y del riesgo de la infección, incluso de la detención, es el esparcimiento y la juerga y lo harán a pesar de toda prohibición y el riesgo de su propia vida.