Lo que está ocurriendo hoy en el hospital Santa Rosa, que podría quedarse sin su planta de oxígeno en un momento en que los casos de Covid-19 arrecian, es el resultado de la incapacidad y la corrupción crónica de funcionarios públicos que todo lo que tocan corrompen e inutilizan. Así pasó también con el hospital de Máncora, congelado en el tiempo, por culpa de malos funcionarios.
Es inaudito, por ejemplo, que en una compra de tamaña magnitud, como es una planta de oxígeno, no haya un informe técnico legal y que se hayan saltado con garrocha los plazos legales favoreciendo a una empresa que presentó su propuesta fuera de la fecha establecida, lo que evidencia -según informe- un claro direccionamiento.
El resultado de esta “ineptitud” premeditada -que se tipifica como actos ilegales-, es que el hospital de Santa Rosa que hoy recibe a cientos de pacientes afectados por el virus, se quede sin un elemento importante para preservar la vida de los afectados: el oxígeno. Parece que ni siquiera la vida de las personas detiene la corrupción, principal mal que afecta las compras, inversiones y proyectos de las instituciones públicas.