En Piura, las primeras víctimas del Covid-19 empezaron a aparecer, poniendo en aprietos al hospital Santa Rosa y desbaratando –si lo hubo-, el remendando protocolo que se sigue para estos casos. Pero lo más preocupante es el hecho de que muchos de los muertos sean sepultados o incinerados sin que se sepa realmente la causa de su deceso.
El hecho es que no están realizando pruebas porque no hay reactivos y, aunque parezca inhumano, las pruebas las están dejando para los vivos, si es que tienen suerte. En otros casos, algunos infectados se quedan en sus casas y están muriendo allí, ante la desesperación de las familias que no saben qué hacer con el cadáver, mucho menos qué medidas de seguridad adoptar.
Esta es la primera oleada del Covid en Piura y parece que ya desbarató todas nuestras endebles defensas. No hay reactivos ni protocolos; faltan respiradores y camas; los médicos y personal de los centros médicos están desprotegidos y sin equipos; y, para coronar nuestra desventura, el propio gobernador se opuso a la llegada del Comando Covid-19 a Piura. En esta guerra nos quedamos solos, sin armas y sin liderazgo.