La torpeza política del presidente Pedro Castillo vuelve a atizar el conflicto con el Congreso y con los medios de comunicación. Al parlamento lo pecha y reta a pedir su vacancia, que es lo normal dentro de la expectativa y tirones de la política actual; sin embargo, peca de necedad e ignorancia al amenazar a los medios de comunicación con cerrarles el caño de la publicidad estatal.
En su inexperiencia en gestión pública, el mandatario cree que el dinero del Estado es suyo y depende de su estado de ánimo y criterio personal definir la veracidad de los medios y, por tanto, “premiarlos” con la publicidad del Estado. Es decir, al que lo adula y se hace de la vista gorda de las malas acciones de su gestión lo premia, al opositor, al que dice la verdad o genera crítica, se le castiga.
El problema de estos exabruptos a que nos está acostumbrando Castillo en cada discurso es que se intenta politizar el tema publicitario estatal con su gestión. El Estado es el dueño de la publicidad, mas no su gestión, y ella se hace de acuerdo a las necesidades mediáticas del Estado en los medios más convenientes y que llegan al objetivo de esa publicidad, no por la decisión presidencial.