Hoy el presidente proclamado, Pedro Castillo, tendrá su prueba de fuego en el congreso de Perú Libre. Allí la izquierda ultra lo hará jurar por la ejecución de las “metas irrenunciables” del partido de Vladimir Cerrón. Si lo hace, estaría hipotecando al país a cambios drásticos en política económica y social. La constituyente y el cambio de Constitución serán las cerezas de esa promesa.
Pero hacer efectiva esa tarea –ahora que la derecha se ha organizado y quiere contraatacar con otro referéndum-, significa que debe buscar aliados que lo secunde en la aventura. Allí está el riesgo; el aroma del poder atrae –como a las moscas- a muchos oportunistas que sin llamarlos se suben al carro de Castillo, jurando que lo hacen “por el Perú”. A estos hay que temer, porque serían los Felipillos que ayudarían a la “revolución” de Cerrón.
Los Humala, los Salaverry, los Acuña, los Lescanos, los Mendoza, entre otros acomedidos, se disputan un lugar en la mesa de Castillo a la espera de que Cerrón agite la batuta. Es probable que estas alianzas –si los peruanos no estamos unidos y atentos-, más que ayudar a la gobernabilidad terminen siendo un peligro.