Sorprende que en medio de esta pandemia, con cientos de personas muriendo en los hospitales y otras mendigando un soplo de oxígeno, las autoridades pierdan el tiempo armando conferencias de presa o “sesión de fotos” para iniciar la vacunación de dos mil piuranos, cuando aquí se requiere de más de 3 millones de dosis para detener la virulencia de la COVID-19, versión brasileña.
Y es seguro que han esperado a que el presidente Francisco Sagasti haga un espacio en su agenda, para darse un salto este viernes a Piura y hacer entrega de otro pequeño lote de vacunas para los adultos mayores. De ser así, ya veremos la invitación a la prensa, las cámaras, entrevistas y fotos para el show de las vacunas.
Proteger a la población es una responsabilidad inherente al Estado que debe ser rápida, eficiente y sin espectáculos mediáticos. Pero habría que estar alertas, también, para que este pequeño lote de vacunas –como ya se ha visto y denunciado en la sierra-, no terminen inyectadas en los hombros de quienes no son médicos, policías y mucho menos personas vulnerables o de la tercera edad.
La viveza criolla en este momento es insolente.