Mientras muchas familias lloran a las víctimas del sicariato o los asaltos, y el resto de piuranos viven a salto de mata, desplazándose casi furtivamente por las calles; los jefes policiales, insisten en que aquí en la región todo está “controlado” y por tanto, no necesitan una “emergencia” como lo exigen algunos escandalizados alcaldes ante tanta violencia e inseguridad.
¿Cuántos muertos más son necesarios para tomar una medida más radical? ¿Cuántas familias más, víctimas del robo de sus casas, celulares, vehículos o agredidos por delincuentes, se requiere para recién pedir apoyo a las instancias superiores?
Una emergencia facilitaría el uso de recursos y hasta la posibilidad de que las FF.AA. apoyen en la vigilancia como se hizo en Lima y el Callao.
Comprendemos que los mandos policiales no den su brazo a torcer porque esto sería un desmérito para su carrera, pero cuando toda una región está bajo el asedio de la delincuencia y no se cuentan aquí con los equipos, personal especializado o presupuesto para combatir a los maleantes, lo último en que un líder debería estar pensando es en su propio prestigio. Pedir ayuda no es un desmérito si es por el bien común.
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