La energía y énfasis que la fiscal, Patricia Benavides, imprime a sus mensajes de “lucha contra la corrupción” podrían convencer a muchos; sin embargo, sus últimos actos desesperados por evitar el barro putrefacto que salpican sus asesores, terminó por ponerla en aprietos. Hay evidencias y actos que por sí solos terminan involucrándola en un estructurado boicot por el poder y la impunidad.
Al verse acorralada y en un acto de sobrevivencia, Benavides respondió con fuego: destituyó a la jefa del equipo especial, Marita Barreto; al jefe del equipo, Harvy Colchado y denunció constitucionalmente a Dina Boluarte y a su premier. El país quiere un justiciero, pensó. Lo cierto es que hay evidencia para pensar que la Fiscalía no está hoy en buenas manos.
Benavides habría aprovechado su cargo para conspirar en el nombramiento del Defensor del Pueblo (para que la apoye), estaría detrás de la destitución de la JNJ para que los nuevos archiven las investigaciones en la que está involucrada. A cambió, los Niños se beneficiarían con el archivamiento de sus investigaciones; una clara hipoteca de la autonomía de la Fiscalía al poder legislativo a cambio de impunidad.