Apaciguada la tormenta en la política nacional, lo que se viene en un par de semanas es el cambio de gobernador en Piura.
Uno se va sin pena ni gloria, precedido por la fama de incapacidad en la ejecución de las políticas públicas, además de sospechas de corrupción que las autoridades deben esclarecer.
El otro llega como opción de cambio, pero también con el rumor de haberse rodeado de cuestionables personajes.
Más allá de la celebración y rumores, el gobernador Luis Neyra debería estar trabajando para revertir la pobre ejecución presupuestal del Gore en estos últimos cuatro años.
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Según ComexPerú, en el sector educación, de 200 millones que el gobierno destinó para Piura se gastó solo el 21%, es decir, 42 millones. El resto de dinero revirtió para su reprogramación.
Esta ineficacia por culpa de la incapacidad de los técnicos y profesionales se ha repetido en todos los sectores, en especial en salud.
De allí el gran reto del nuevo gobernador para que, por encima del partidarismo, el amiguismo o la ‘solidaridad’ con financistas, se preocupe por tener profesionales idóneos que puedan ayudarlo, en vez de complicarle su gestión. Avisado está.
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