La crisis política y económica, la falta de fuentes de trabajo, la pobreza y carencias para cubrir las necesidades básicas, el caos a causa de la informalidad en los mercados y el transporte pirata y la inestabilidad laboral en las empresas, por citar algunos factores, están alimentando la crisis social, pero también afectando la salud mental de los peruanos que se manifiesta en la violencia familiar y callejera, delincuencia imparable, suicidios, crímenes…
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Para muchos siquiatras, como Carlos Bromley, estamos bajo una fuerte presión social adversa y peligrosa que afecta directamente a la población en general y también a los menores de edad. “No hay trabajos de prevención mental, ni se trabaja con los niños y adolescentes para contribuir a la formación de una salud mental sana que conlleve a una vida funcional con bienestar y felicidad”, afirma.
El problema es complejo y grave porque una mala salud mental pasa factura no solo al bienestar del individuo, sino también a la salud de la persona que deriva en bajas defensas, depresión, estrés… todo ello lo hacen más propenso a enfermar y que le cueste más recuperarse. Lo precupante es que esto no se toma en serio.