Se nota que Pedro Castillo no tiene cuadros profesionales y menos técnicos; que llegó a palacio por casualidad y por el odio visceral hacia los Fujimori. Salvo la izquierda extremista y los lobistas voraces y codiciosos, nadie quiere juntarse y menos ser parte de su gobierno.
El resultado es que en seis meses ha estrenado tres gabinetes; este último, pegado con babas que no augura un buen futuro y es probable que un corto plazo, el Congreso empiece a desmantelarlo con las interpelaciones.
Los fujimoristas ya lanzaron la advertencia: no darán el voto de confianza al gabinete Valer, por estar dirigido por un cuestionado y oportunista personaje que ha transitado por todos los partidos y por último sindicado en actos de corrupción. La cereza del pastel es que tras su trasfuguismo ha recalado en el grupo cerronista de donde ha tomado como bandera de lucha, una nueva Constitución.
Castillo, con este gabinete parchado, con decisiones erróneas, con un seudogabinete a la sombra que lo une más a Cerrón, está construyendo con méritos su propia vacancia; cansando a los peruanos que no están dispuestos aguantar tanta incapacidad en un gobernante como el actual.